20 de enero de 2010

REMBRANDT / Protégeme de lo que deseo


Análisis de la obra: “Adán y Eva”
EXPOSICIÓN REMBRANDT en Colombia

Museo Nacional de Colombia (2002)

La idea del artista como una persona que indaga en las penumbras de la alquimia, fue categóricamente puesta en marcha en la figura de Rembrandt. En Ámsterdam, por allá en el siglo XVII, surgió esta figura enigmática que hoy día sigue conmoviendo, por el esplendor de su trabajo manifestado no solamente en los alcances de sus experimentos con diversos materiales sino en el desarrollo específico de la luz, del gesto, del tiempo, de la noche y de pequeños y grandes deslices promovidos por ansiedades eternamente humanas. Rembrandt sigue presente, en nuestro presente, poniendo de manifiesto una buena cantidad de factores inconclusos o mejor: indefinidos en el ser humano.

Hoy, voy a detenerme, gracias a la exposición de grabados que se dió en Bogotá en el Museo Nacional en el año 2002, en una obra en particular titulada: Adán y Eva del año 1638.

Esta obra mide exactamente 162 x 116 mm, espacio en el cual podemos apreciar en un primer plano a Eva en el centro y a Adán abordándola en la parte izquierda. Esta acción es equilibrada con un gran árbol que los cobija y que abarca toda la parte derecha y superior del grabado. Del tronco de este árbol subiendo hasta el follaje del mismo hay envuelta una serpiente alada.

Apoyados en esta descripción me gustaría destacar tres pequeños detalles de esta hermosa obra que nos pueden ayudar en la reflexión , estos son:

1) Eva sostiene la manzana con su mano izquierda y Adán pretende agarrar este fruto con la mano izquierda.
2) Eva y la serpiente miran a Adán mientras Adán observa la manzana.
3) Entre Eva y el árbol, en el fondo abajo, casi absorbido por el follaje de la selva-paraíso, hay un elefante muy caricaturesco apuntando su trompa hacia las piernas de Eva.

En la ficha que acompaña esta obra hay un texto que nos puede ayudar a vislumbrar una primera parte correspondiente a la vergüenza. Parecería que la sombra del árbol y el hecho de que no aparezcan Adán Y Eva al aire libre, pone de manifiesto la vergüenza que sienten por el pecado. Esto nos obliga a mirar el pecado como acción futura: es decir ambos saben que van a pecar y sienten vergüenza por aquello que no han hecho pero que saben que van a hacer. Como ya todos conocemos el después, y como Rembrandt también conoció el después, sabemos que el deseo mató a la vergüenza y al pudor ... fue una clara transgresión al pecado. El fruto prohibido, simbolizado en esa manzana se hace visible solamente a través de la izquierda, las manos izquierdas
[1] de nuestros protagonistas, aquellas manos que solamente y durante mucho tiempo se vincularon con el Mal, el Pecado, el Infierno, la Tierra... lo mundano. Anclados a la tierra Adán y Eva se cobijan en la sombra de un árbol, presos del deseo de pecar. La serpiente alada[2], (en este caso un monstruo alado y con garras parecido a una gárgola de las iglesias barrocas) es, según la mitología una figura que pierde su gran cualidad del vuelo después de haber inducido al pecado a esta pareja quedando sometida a reptar por el resto de su vida. Esta figura igualmente nos habla de la dicotomía que se establece en esta imagen entre el cielo y la tierra. En resumidas cuentas, todos allí saben que ya se está entrando en el terreno del pecado ... de lo terrenal y que dicho pecado ha sido construido porque el deseo existe. En otras palabras: yo puedo levantar una prohibición sobre algo que está previamente concebido como un deseo natural. Si ese deseo no existiese no habría porqué construir la prohibición.


***
Por otro lado vemos un elefante que está absolutamente descontextualizado, desterritorializado si se quiere, un elefante que no nos dice nada de Rembrandt, que no nos ubica en Ámsterdam y que por supuesto nos deja desconcertados por el sitio y la manera como se ha dibujado. Dicho elefante puede uno compararlo con el rinoceronte, animal guerrero y con armadura, grabado en madera en 1515 por Alberto Durero
[3]. Siempre ha existido el interés por las extrañezas de otras tierras y por ahí se fue colando la figura Africana de un Rinoceronte así como en este caso la figura de un Elefante. En ninguno de los dos casos corresponde a una lectura tan certera que se ajuste a la precisión de estos grandes maestros del arte. Por el contrario, se ve que ha sido una copia de una copia de otras tantas que habrán llegado y que finalmente Rembrandt la ha adoptado para insertarla en su trabajo. No es un trabajo de mimesis entre el artista y el modelo real. De hecho, podemos ver que fue hasta 1827 que una jirafa llega a Europa como regalo del Rey de Egipto al Rey de Francia; la manera como se divulga este hecho y se empieza a concebir el animal en otras tantas obras de arte fue a través del grabado.

Centrándonos nuevamente en este hecho insólito, no quisiera entrar en divagaciones absurdas pero me resulta algo extraño que justo este elefante caricaturesco se me parezca a aquel que durante cuatro años nos acompañó en el proceso 8.000. No es que Rembrandt se nos adelante a su época, ni mucho menos, pero, quienes vayan tengan la oportunidad de ver esta imagen, los invito a que vean este pequeño detalle y decidan si existe una relación entre ambos elefantes a nivel formal. Igualmente quisiera saber si dicha caricatura no corresponde a un pecado en ambas situaciones anteriormente señaladas. Preguntas que dejo en el aire simplemente para invitar a que el espectador indague sobre su presente, sobre la actualidad de las imágenes y la manera de hacerlas más nuestras. Apropiarlas a nuestro contexto, requiere estar abierto a múltiples posibilidades y estar preparado, en esta caso específico, a mirar detenidamente con las lupas que hay en la exposición.

Un elefante, una pareja, una serpiente alada y una manzana. La manera como Rembrandt los dispone en un espacio milimétrico hace que podamos apreciar una infinidad de historias al respecto que bien pueden contemplarse como puntos de reflexión. En este caso una reflexión acerca del deseo y del pecado y de la impotencia por evitarlos. Me queda una pregunta al respecto: Este deseo y esta necesidad por transgredir el pecado no será algo que fluctúa entre lo divino y lo humano? Al ver todos estos elementos juntos recuerdo la obra de Jenny Holzer que dice: “Protégeme de lo que deseo” (1991).

[1] Es más claro aún, cuando siglos después, Rodin trabaja sobre este aspecto entre el bien y el mal. La mano creadora y la mano incitadora del pecado son ampliamente conocidas en él.
[2] Esto es extraído del texto que acompaña el grabado en la exposición.
[3] Libro de la Historia de las artes gráficas.

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