20 de enero de 2010

11 de septiembre de 2001 / Imágenes extrañas que perturban


Análisis de las imágenes que salen publicadas en diversos medios
con motivo del Aniversario 11 de septiembre de 2002
1 año después del ataque a los EEUU

En las horas de la mañana del 11 de septiembre del año 2001, todos fuimos espectadores del ataque terrorista que sufrió la Ciudad de Nueva York. Todos vimos cómo las Torres Gemelas habían sido blanco de dos aviones comerciales Boeing 747 convertidos en misiles. Posteriormente quedamos horrorizados al ver cómo estas Torres, estos dos colosos, símbolos del poderío económico de los Estados Unidos frente al mundo entero, cayeron llevándose consigo la vida de miles de personas. Este breve análisis trata sobre el poder de la imagen antes, durante y después del atentado lo cual hace que se tome cierta distancia frente al dolor; que se lea con anestesia.

Se busca entonces, desarrollar dos puntos importantes dentro de este atentado terrorista, teniendo en cuenta que el factor imagen siempre va a estar de por medio y considerando que todos hayan podido contemplar las imágenes que se han publicado en diversos medios desde entonces.

1.
En primera instancia me gustaría abordar la imagen postal que se nos ha vendido durante muchos años de la ciudad de Nueva York. No es una panorámica, no es un paisaje (como si podemos clasificar como paisaje la imagen que tenemos en la memoria de los Alpes suizos) es una imagen cuya silueta la podemos entender desde cualquier ángulo. Solamente basta para que en alguna película de cine o en algún enlatado apareciera esta silueta para que, de manera inmediata nos situáramos en la Gran Manzana. Esto por supuesto contiene una estructura simbólica interesante que va enmarcada con poderío, con supremacía, con imperialismo.... es decir con “Sueño Americano”. La silueta, imagen de la cual hago referencia, no podía ser más apabullante al estar en ella un par de torres cuyas características habíamos conocido gracias a la propaganda que de ellas recibíamos sobre su arquitectura imponente, sobre su obra civil capaz de sostener todas esas toneladas de construcción, su desafío a la gravedad, etcétera.

En resumidas cuentas, el símbolo como tal estaba acompañado por aquellas Torres Gemelas que respaldaban y le daban equilibrio no solamente a la silueta de Manhattan sino a la silueta económica mundial.


Hoy día cuando vemos la otra cara de esta ciudad, cuando la encontramos sin sus Torres, se nos desequilibra la imagen. Es algo así como una pérdida en el sentido de la composición. Hay, evidentemente, algo que está faltando. Muchos habremos visto las dos fotos que salieron en la portada del periódico El Tiempo, en que aparecía desde un mismo ángulo la ciudad antes y después de este atentado. Hasta es posible que muchos hayan visto en estos últimos años alguna película en la que aparecen las Torres..... casi forzosamente las queremos ver, las buscamos con ansiedad en el cuadrante de la película hasta que salen en escena. Lo curioso es que, después del atentado, tanto la imagen en la que aparecen las Torres como en la que no aparece ninguna Torre existe una extrañeza que perturba.

Al ver la ciudad unos años después podemos sentirla como una amputación, como si hubiesen quitado de esa silueta a la que tanto nos habían acostumbrado, dos grandes miembros vitales de ese cuerpo. Esto, de alguna manera me trae a la memoria la película del Silencio de los Inocentes, cuando Hannibal Lecter habla sobre el cosquilleo o dolor que siente la persona en su brazo, algún tiempo después de que éste se le hubiese amputado. Esa sensación de cosquilleo o de dolor, es la que hace parte de la lectura que se tiene de esta amputación visual en esa silueta newyorkina. No es posible construir en ese espacio algo que busque reemplazar esta imagen, salvo, si como a un cuerpo cuando se le amputa un miembro, se considere la posibilidad de añadir una prótesis. Solamente podremos ver la nueva silueta que se le pretende dar a la ciudad como si tuviese una prótesis.

2.
En segundo término viene la parte del horror, abreviando este concepto como algo que escapa a nuestros sentidos, un hecho tan absolutamente atroz y monstruoso que no entra dentro de los parámetros de nuestro entendimiento. Es decir el Horror es causado por algo que no podemos procesar racionalmente en el instante en que ocurre..... y en algunos casos, posiblemente nunca lo podremos asimilar dada la construcción de nuestra estructura mental. Enunciado este significado resulta extraño que al mismo tiempo sea el horror una pieza fundamental de atracción estética del ser humano. ¿Acaso lo estético no va ligado a lo indescifrable, a lo innombrable o a lo incomprensible?

Hago referencia específica sobre las imágenes del impacto del avión así como la caída de las Torres. Sería como lo explica Lucien Massaert sobre la obra del artista italiano Giuseppe Penone teniendo como base los planteamientos de Georges Bataille, un paso de la animalidad a la monstruosidad tal como se concibe la misma transición de la forma a lo informe
[1]. El exceso generado, si los dos los juntamos, lo informe y lo monstruoso, produce una imagen de horror a la cual no podemos escapar. Esa colisión entre dos cuerpos como si hubiesen sido concebidos el uno para el otro. Esa perfecta proporción entre el cuerpo enmarcado por las Torres Gemelas con el cuerpo del avión, el tipo de avión y la magnitud de la explosión, hacen de este encuentro un momento mágico de lucha interna por mantenerse en pie quien ha sido herido de muerte. La entrada del avión como la estocada del torero, genera un grito convulsivo y seco por su elegancia mortífera que declina en la monstruosidad en el momento en que cae la víctima. La deformación de ese cuerpo, el aspecto informe que adquiere es maravilloso en la medida en que podemos apreciar el completo de esta secuencia. Pocas veces se tiene el privilegio de ver un cambio de esta naturaleza en vivo y en directo.

Según las palabras de Thomas de Quincey, en su libro “Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes” recordemos algo similar, que ocurrió en Liverpool cuando un incendio devoró más de media ciudad. Un edificio lleno de algodón y de todo tipo de combustibles se prendió en llamas con tan mala suerte que el viento soplaba hacia la ciudad. Como bien dice de Quincey, “...tal sentimiento de compasión no suprimió en el público la admiración más rendida (y ni siquiera moderó sus exclamaciones) ante la tormenta que el fuego cargaba de muchos colores mientras se precipitaba, (...), a través de las abiertas profundidades del aire y las negras nubes del cielo.”
[2] El Horror se funde en esta incomprensión escalofriante y en la imposibilidad de descifrar los códigos del lenguaje que allí se desprende.

El silencio con el que un avión se inserta y explota en este cuerpo es de una calidad audiovisual incomparable. Por supuesto que esto viene acompañado del ingrediente de reality show - de que ocurre de verdad, de que por primera vez todo aquello presentado en la ficción del cine norteamericano se hizo realidad. ¿Podremos decir entonces que aquellas imágenes creadas desde hace décadas en Hollywood eran un llamado a la desgracia?

[1] Dans le cercle de l’abjection, Lucien Massaert, Artículo publicado en la Revista anual “La part de l’oeil”, Dossier: Georges Bataille, N° 10, París, 1994.
[2] Del asesinato considerado como una de las Bellas Artes, Thomas de Quincey, Alianza Editorial, Madrid, 1997, pp. 69-70.

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