28 de octubre de 2012

GERMÁN BOTERO / El tiempo, el espacio y la escala

"Arqueologías" Germán Botero
fotografía de Catalina Mora

Título de la Exposición: "Arqueologías"
Rojo Galería - Carrera 12A No 78 - 70
Abierta hasta el 3 de noviembre de 2012

En su exposición “Arqueologías”, el maestro Germán Botero nos deja ver que dentro de su variada obra escultórica hay una incesante búsqueda por las diversas manifestaciones del espacio. Este no es un asunto menor si se tiene en cuenta que su vocación inicial es la arquitectura y que de allí partieron sus obras de gran tamaño. Obras que hoy en día se encuentran en Guardalavaca(Cuba) en Guilin o en Changchun (China) o en Seúl (Corea), etc., dan cuenta de un legado que ha venido dejando en su trasegar por el mundo y en sus experiencias con el manejo de diversos materiales y de espacios de acuerdo al entorno en el cual ha trabajado. Es decir, en muchos casos la obra se concluye en el sitio en el cual va a habitar siempre teniendo en cuenta el paisaje al que va a pertenecer. No de otra forma puede uno entender que su trabajo está siempre en movimiento y en continuo cambio.

"Coro" Germán Botero
Fotografía de Catalina Mora
 Cuando el maestro Botero encuentra unas semillas, las conserva durante años hasta que ve el momento apropiado para disponer de ellas de la mejor manera, tratando de conservar sus características de semilla pero adjudicándoles un tratamiento que permita entenderlas de otra manera. Que se descubra en ellas una porción extraña y maravillosa de la naturaleza y unas semejanzas absurdas donde las semillas, por la disposición del artista, tienden a formar unos rostros y unas formas inquietantes. Cuando él mismo encuentra una serie de troncos en las playas de Santa Marta y sus alrededores, disciplinadamente los recoge y los organiza en su taller porque esa historia del recorrido del tronco suscitará alguna intervención que le devolverá una razón de ser. De tal manera que la poética de Botero queda inscrita en un mundo donde confluyen el tiempo, el espacio y una cuidadosa mirada antropométrica que hace honor a su formación. En la exposición encontraremos varias piezas que tienen ciertas resonancias con obras monumentales que ha realizado en varias ciudades del mundo entero, y sin embargo no se trata de maquetas de dichas obras sino obras con las cuales ha dibujado otra forma de ver el espacio y otras alternativas para entender que la mirada puede descubrir nuevas escalas y nuevos mundos donde confluyen lo geométrico y lo orgánico.
"Terrazas Tayronas" (Detalle) Germán Botero
 Fotografía de Catalina Mora
Veamos por ejemplo una de las piezas de la muestra: Terrazas Tayronas. En ella descubrimos que Botero se ha dejado permear de su estadía en Santa Marta donde encuentra no solamente un territorio lleno de magia con los asentamientos Tayronas, sino un paisaje inusual donde el nevado y sus viscerales relieves chocan directamente contra el mar. Allí, y al ver esta pieza mencionada, encontramos que Botero asume el paisaje como algo que emerge del hombre y no como un asunto externo al ser humano. Allí, Botero ve la conjunción anacrónica que hay entre las terrazas Tayronas y las terrazas de arroz en los asentamientos de etnias antiguas que hay en las cercanías de Guilin (China) donde él estuvo en el año de 2002. Se trata de la intercalación de tiempos remotos en diversos lugares del mundo que se unen con el tiempo presente de quien las observa generando, de esta forma, una mirada más universal de este tronco manipulado. Él mismo, en el conversatorio que sostuvo con Ricardo Rivadeneira en Rojo Galería, considera que esas montañas con terrazas emergen entre las fuerzas naturales de una montaña y la mano del hombre que la va labrando durante largos períodos de tiempo, y que el trabajo que él le imprime al tronco es bajo el mismo parámetro.
"Terrazas Tayronas" Germán Botero
Siendo así, podríamos ver en Terrazas Tayronas cómo coexisten la laboriosidad de la mano del artista con la respiración en un tiempo circular donde lentamente va formando terrazas guiadas por la forma que va definiendo un tronco que se ha curado sólo durante un largo viaje en el mar para finalmente terminar ahogado en las playas de Santa Marta. Por ello, siento pertinente evocar la definición que Heidegger le da al término “espacio”. El espacio, según él, surge del verbo espaciar. El espacio en sí mismo no existe sino bajo la posibilidad de tener una mente y una acción que lo haga posible. De esta manera veremos en toda la exposición y en esta pieza en particular, que Botero se inmiscuye íntimamente con el paisaje creando espacios que solamente bajo su mirada y su poética se logran hacer tangibles. Recorremos en las Terrazas Tayronas unos espacios que no existían y que han sido posibles porque Botero los ha espaciado muy sutilmente de la misma manera como los antepasados espaciaron en una montaña el lugar que habitarían durante siglos. Logra en el tronco abrirnos a la posibilidad de ver el mar, de ver su historia, de sentir su olor a tiempo y de transportarnos a un cambio de escalas inusual. Es decir, ve uno en el tronco y en ese paisaje que uno es apenas un espectador de algo que lo sobrepasa en madurez de vida.

Andrés Gaitán T.



23 de septiembre de 2012

MÓNICA GÓMEZ / Sobre cómo decir sin mostrar


Fotografía de Mónica Gómez

Exposición Colectiva "El Retrato"
Participan en esta exposición: Alfonso Álvarez, Santiago Forero, Sergio Trujillo Magnenat, Eddy Galvis, Manuel Sánchez, Alicia Viteri y en la Sala de Homenajes: Juan Antonio Roda.
desde agosto 30 hasta septiembre 29 de 2012
Rojo Galería (Carrera 12 A No 78 - 70)

Luego de un estudio serio acerca del rol de la mujer y del significado de la palabra “mujer” en la historia de la humanidad, la joven artista Mónica Gómez nos presenta unos retratos en fotografía. La particularidad de estos retratos y autorretratos, como ella misma lo expresa, es que se trata de unas imágenes de mujeres cuyo rostro cubierto nos impide establecer una identificación plena en el sentido más ortodoxo. El rostro que es la parte que se desnuda ante la mirada del “otro” y que es la que nos permite establecer algún tipo de identificación y de diferenciación entre unos y otros, se esconde en estas imágenes para dejarnos la inquietud acerca del porqué deben ser leídas como unos retratos.

Veamos en detalle lo que Gómez nos enseña: sus retratos o autorretratos de mujeres a quienes no les vemos el rostro buscan una manera distinta de acercarse a ellas o de acercarse a sí misma. No encontramos, entonces, en Mónica Gómez, una identificación fotográfica común en la que no cuenta mucho acerca de la persona, sino un ángulo que evade el precepto de que el rostro es el alma de la persona para acercarse aún más a la esencia de la persona retratada…, que en este caso y de manera crítica es “la mujer”. Una mujer cubierta cuyos índices femeninos se dan por la forma que se percibe en la silueta, por una mano que sobresale o por el “tocado” que tiene cada una de ellas. ¿Qué pasa cuando el rostro desaparece para mostrarnos otros roles que hablan mucho más que el mismo rostro? ¿Qué pasa cuando el rol representado es el mismo que uno ejecuta día tras día? La ironía sobresale justo en el instante en que, dentro de una suerte de teatro dramático, estas mujeres son retratadas como sí mismas.
Fotografía de Mónica Gómez
Fotografía de Mónica Gómez

Como respuesta a la pregunta acerca del origen y de la decisión en los “tocados”, Gómez nos responde que todo esto surgió espontáneamente luego de la revisión de los nombres y marcas de gran cantidad de productos de aseo y de cocina: la gran mayoría de ellos resultaban femeninos, lo que le hizo pensar en la posibilidad de generar unas hibridaciones que confluyeron finalmente en estos “tocados”. De allí a resolverlos en una mujer “desidentificada”, de allí a generar una limpieza en el alrededor de la imagen, o de allí a construir esos mismos “tocados” para que realmente surjan “naturalmente” de la cabeza de la mujer retratada es la labor, en el campo de la construcción de imagen, más importante de la artista. De dicha hibridación, por ende, surge una forma de “identificar”, a partir del oficio, a dicha mujer “desidentificada”. Mujer, en este caso, ya deja de ser belleza y se convierte en mujer de casa, de oficio, de madre, de hogar. Unamos lo anterior, al hecho de que sobresale el “tocado” de una cubierta que nos señala el hogar: cobertor, sábana, cortina, mantel. Todos ellos cubren algo, y en este caso en particular aíslan…., mujer aislada en su rol interior del hogar: el oficio nos señala su tipo de asfixia o de encierro. Sin tener que ver el rostro de la mujer retratada, ya me está diciendo cada retrato más de lo que podría esperar.
Bia, La Hija Ilegítima de Cosimo I de Medici
Bronzino, aprox. 1542. Galería de los Oficios 
Finalmente quisiera que revisáramos que estos retratos de Gómez, a pesar del tiempo transcurrido, no se distancian mucho de los retratos manieristas. Es como si volviéramos desde otros ángulos a revivir una situación similar a aquellos tiempos del siglo XVI, en los que se había vivido ya unos momentos insuperables renacentistas. Fijémonos en los retratos tardíos de un Miguel Ángel, de un Rafael, o de un Bronzino, este último como uno de los más fieles exponentes del manierismo italiano. No poco se ha dicho que en ellos se empezó a generar una mirada amplia del retrato que evitó centrarse única y exclusivamente en el parecido físico de la persona retratada sino que incluyó y le dio más importancia a sus vestidos y pertenencias. Es decir, en aquellos retratos lo que primó fue la mirada precisa e incisiva sobre el vestido, las alhajas y el tocado de quien se retrataba. Se precisaba que estos elementos retrataban mejor a la persona que el acercamiento estricto a su fisonomía, puesto, que ellos sí nos contaban su posición social, sus gustos, sus preferencias religiosas, su elegancia en el peinado y en las telas de los vestidos, etc. En estos componentes se podían leer tantas cosas que se lograba un mejor retrato; más aún, teniendo en cuenta que el aspecto fisonómico siempre tendía a tratar de “embellecer” al ser retratado, lo cual se alejaba de la realidad.

Podríamos concluir que estos retratos del siglo XXI en fotografía de Mónica Gómez se insertan en una extraña y sutil lectura sobre problemáticas de género, sobre vidas de mujeres, sobre asfixias sociales totalmente contemporáneas, pero que la forma en que se muestran nos devuelve a otros tiempos, haciendo de ellos un juego cálido con la historia del arte. Pueda ser que esta suerte de anacronismo contribuya a enriquecer tanto la lectura que logremos hacer de sus retratos así como el devenir de su propuesta artística.

Andrés Gaitán T.

6 de marzo de 2012

EDGAR GUZMÁNRUIZ / Los Espacios que se Bifurcan

entrada a la Instalación "Atrapaluces"
Título de la Exposición: Atrapaluces y Matrioshkas
Exposición Individual de Edgar Guzmánruiz
Alonso Garcés Galería Carrera 5 No 26B - 92
Abierta hasta el 18 de Marzo

No está de más hacer una breve introducción acerca de lo que se ve al entrar a las dos salas de la Alonso Garcés Galería. Y pongo esto de antemano porque en apariencia son dos obras que podrían tener poco en común por su aspecto visual, pero que en el trasfondo conllevan la misma problemática que se ha planteado Edgar Guzmánruiz desde hace ya varios años: los palimpsestos o las sobre-escrituras que permiten ver varios “presentes” al mismo tiempo. En los juegos de percepción siempre ha cabido la pregunta acerca de lo “real”, lo que “existe” o lo que “es”. Por ejemplo: alguien pregunta:


“¿Acaso hay cosas en el mundo que existen a pesar de que nadie lo sepa?”

Merleau-Ponty podría asegurar que la experiencia hace que las cosas existan y así hemos ido construyendo el mundo en el que habitamos. Nuestro cuerpo es sensorialmente perceptivo a lo que lo rodea y a lo que lo “enseña” a ser en el mundo, de tal manera que nuestro mundo empieza a crear espejos de lo que perceptivamente estamos viendo, para vernos en ellos y sentirnos parte del mundo. Percibimos el nuestro mundo de acuerdo a lo que sabemos que existe, independiente de si es una verdadera ficción. Un extraterrestre es tan “real” como lo es un puñado de árboles en el Parque Nacional o como el trancón vehicular que a diario nos ataca en Bogotá. Lo que sucede es que unas cosas toca nombrarlas para que existan y otras simple y llanamente nos las topamos en cualquier momento. Pero eso no hace que unas existan menos o más que otras, simplemente hacen parte de nuestro imaginario y de nuestra forma de entender y de percibirnos en el mundo.

Así las cosas, no está de más en ver que tal como sucede una pregunta constante por el factor Tiempo en esta exposición, también se ha visto ello en “El Jardín de los Senderos que se Bifurcan” de Borges. Es decir, la del Tiempo, no es una pregunta inusual sino un estado de percepción que a veces nos acosa y que, por lo general, por las complicaciones mentales que propone hacia el infinito o por una suerte de angustia existencial, desechamos. Edgar Guzmanruiz va de frente al problema y nos propone, tanto en las Matrioshkas como en los Atrapaluces un juego laberíntico de varias realidades paralelas de una forma tan sutil que hace que sean posibles tantos cruces de tiempo como los podamos suponer. Eso es lo que en primera instancia siente uno al entrar a la sala.

“Creía en infinitas series de tiempos, en una red creciente y vertiginosa de tiempos que se aproximan, se bifurcan, se cortan o que secularmente se ignoran, abarca todas las posibilidades.” (El jardín de los senderos que se bifurcan, Jorge Luis Borges)

Una de las Matrioshkas que hay en la Sala
Las Matrioshkas como huellas de la Soledad.
Imaginemos por un instante el sentimiento más profundo y más íntimo de soledad. Todos los sonidos, sabores y recuerdos que puedan acompañar la soledad estarían presentes en ese instante….; porque sabemos, en el fondo, que la soledad viene acompañada de algo que transita en la imaginación y nos hace presentes una serie de sensaciones a veces imprevistas.
Las Matrioshkas reflejan, de algún modo, esa soledad que viene acompañada de muchas situaciones internas. No es una soledad física, sino aquella soledad mental llena de fantasmas que circulan a través de los objetos y que dejan huella en nuestras memorias. Estas Matrioshkas traen sus recuerdos de situaciones predeterminadas pero ausentes. Las vemos y en el entretanto, angustiosamente, se van desvaneciendo.

***
Atrapaluces - Templos Anacrónicos
Todos nos congregamos en este Espacio a ver silenciosamente unas obras como quien ora en una capilla. El arte trasciende y el espacio genera dicho ambiente para creer en lo que vemos y para entender que ello hace parte de una estética que requiere introspección. Pero, ¿qué pasa cuando vemos que este espacio guarda en su memoria otro tipo de Templo? Por allá antes de los 70’s fue una capilla, … , hoy es Galería.
Y Guzmánruiz destapa aquella memoria guardada desde hace más de 40 años, como quien levanta un velo espeso que se ha posado con el tiempo en el espacio. Abre paredes y destapa los vidrios de las ventanas para que circule el aire, el frío y la luz que deben entrar en la Capilla/Galería. Para que entre lo que ha estado bloqueado por años y para atraparlos en finas telas antisépticas que filtran el aire y que protegen (¿aíslan?) al sano del enfermo.

Vemos en esta intervención un gesto que ayuda a comprender la fragilidad del ser humano frente al Tiempo y la potencia de la penumbra en el recogimiento que siempre ha permeado este espacio.

24 de febrero de 2012

ALFONSO ÁLVAREZ / Lo Feo es Difícil

Título de la Exposición: "La Edad de la Locura"
Exposición Individual de Alfonso Álvarez
Galería Sextante, Carrera 14 No 75 - 29
Abierta hasta el 10 de marzo de 2012

En su diálogo “Hipias Mayor o de lo bello”, después de una ardua discusión algo irónica, algo petulante, entre Sócrates e Hipias Mayor, Platón finaliza con la frase: “las cosas bellas son difíciles”. Mucho tiempo ha pasado ya desde aquella época ateniense y muchos cambios se han visto con respecto a la transformación de lo bello. Cada época, cada cultura, cada sociedad incluso, ha sido partícipe en la construcción de modelos sobre lo bello, y se ha movido bajo interpretaciones, muchas veces inexplicables o vagas, en la que lo bello es una fuerza determinante. ¿Cómo algo que no ha podido definirse claramente sigue siendo motivo de luchas políticas, envidias entre vecinos, o enamoramientos desenfrenados?

Esta corta introducción nos puede ser útil en el momento en que incursionemos en la Galería Sextante y nos enfrentemos a la obra reciente del artista Alfonso Álvarez. Allí nos toparemos, como quien se topa con otra persona en la calle, con una serie de 16 retratos de seres extraños finamente pintados al óleo. Todos los retratos se presentan de perfil debido, según Álvarez, a que es de esta manera que se pueden acentuar los rasgos y definir aún más el prototipo que alguna vez dibujó mentalmente en la persona que casualmente pasaba por su lado. ¿Con cuántos de estos personajes nos hemos encontrado en el asiento de al lado en un bus, o en la fila del banco, o en una cafetería? Claro, hay deformaciones y exageraciones,…., pero indudablemente las extrañezas de la fisionomía en la realidad a veces se superan a sí mismas.

Estos extraños personajes se destacan unos a otros por pequeños detalles que ayudan a entenderlos y a clasificarlos como seres “deformes”. Bien sea por pequeños granos acumulados en la nariz, o por la frente ligeramente cuadrada, o por alguna extrañeza en la piel o en la oreja o en los ojos, nos enfrentamos cuadro a cuadro con fisonomías que en principio intuimos extrañas a uno mismo. Es decir, las vemos como fisonomías ajenas a uno. Sin embargo, no deja de ser sorprendente el momento en que la mente nos hace una jugada de interlocución con la obra, seguramente en el momento en que el ojo trata de construir el retrato de frente o de ver el volumen en su totalidad, y empezamos a vernos reflejados en ellos como quien hace propio un paisaje con el que nunca se ha tenido una experiencia en la vida. Los retratos de Alfonso Álvarez nos ayudan a vernos reflejados en ellos, a buscarnos en cada uno de estos personajes y a odiarnos esa parte oculta. Dejan de ser personajes retratados para empezar, como por arte del arte, a retratarnos sicológicamente y a encontrar que aquellas caricaturas no son otra cosa que el reflejo de lo que uno de ve uno mismo en el otro.

Cesare Lombroso, Estudios de Fisiognomía
Seguramente cuando Foucault dedicó unas páginas a describir cómo se ha ido construyendo una idea clara y “políticamente correcta” sobre los anormales, habría podido ampliar el término de lo “monstruoso” con la inclusión de lo “feo”. La fealdad, sin lugar a dudas ha sido, un valor determinante en la construcción de una idea de lo malo. No está de más incluir en este final de análisis lo que la Fisiognomía ha significado en el tratamiento discriminatorio, desde hace siglos, hacia el feo. Luego de muchos estudios, ya a finales del siglo XIX, retoma esta idea Cesare Lombroso arropado con las banderas del positivismo y redacta su Antropología Criminal. A pesar de que supuestamente no tuvo mayor impacto, todavía nos atrevemos a seguirlo al pie de la letra y a ver en el “feo”, en aquel que no cumple con el patrón estético de moda, a un criminal. Alfonso Álvarez entra en esa delicada puerta del retrato y hace que estos personajes “feos”, “desagradables” y “anormales”, resulten bellos por su delicada finura en el tratamiento de la imagen muy al estilo del famoso pintor renacentista Ghirlandaio. Por todo lo anterior, por el “feo” que nos habita, por la clasificación estética que nos domina y parafraseando a Platón, podríamos, al igual que lo bello, decir que: las cosas feas son difíciles.

16 de febrero de 2012

MANUELA REYES / Sísifo, el Silencio y el Amor

Love Life (2012) fotografía Camila Velandia / capitalgreen
Título de la Exposición: Love
Exposición individual de Manuela Reyes
Lugar: Carrera 16 No 95 - 70 piso 7 (Edificio en obra gris)
Abierta hasta el 28 de febrero

Al entrar al recinto, al 7º piso de un edificio en obra gris, nos encontramos con un espacio creado especialmente para cobijar una larga serie de Manadalas finamente elaborados durante tres pacientes años en un bosque en las goteras de Cundinamarca. Estos Mandalas han nacido de la figura ancestral de la Flor de la Vida y han recogido como finalidad algo que rara vez se aborda como un posible en el campo del arte: el Amor.

Al aproximarme a estos Mandalas de Manuela Reyes una de las cosas que más siento que salta a la vista es el silencio. No es un silencio perceptible al oído sino visible. Es una introspección que anuncia que hay otras maneras de oír y que dichos sonidos solamente podrían ser escuchados si los vemos. Es un sonido diferente que escapa a una mera interpretación y que podría acercarme a él, un poco a tientas, a través de un hecho descriptivo:

Imaginemos a Sísifo cualquier día de la semana, mientras trabaja siendo un útil, pensando sobre su trabajo. ¿Trabaja para poder vivir, o vive para trabajar? Trabajando logra ganar algo para mantener su “hogar” y para comer, pero en el fondo solamente espera que el trabajo no se le acabe porque de ser así, no podría vivir como vive. Digamos que podría llegar a la conclusión escueta y primaria de que su trabajo no es vida sino que le permite vivir. Pero a la hora de vivir, que no es entre semana, se embriaga y se desprende de sí mismo.
“Cómo la pasamos de bueno el sábado, ¿no?” le preguntaría un compañero de trabajo.
“Si. Nos tomamos como 4 o 5 petacos …. Qué juerga tan espantosa ….” Respondería Sísifo.
“Toca repetirla!” diría un tercero.
Pero Sísifo no sabe si pasarla bueno significa embriagarse todos los sábados en la noche, o no hacer NADA el domingo. Solamente sabe que para poder seguir así, debe seguir trabajando. Y todos los días, invariablemente, hace lo mismo. No hay un lunes que se diferencie de otro lunes, y hasta es posible que no haya un lunes que se diferencie de cualquier otro día de la semana laboral. Todo ello, para que no haya un fin de semana que se diferencie de otro.
Y solamente, en aquel momento en que decide pensar sobre su trabajo se da cuenta que siempre ha estado evitando el silencio y llenando todos los espacios por donde circula de ruido. Ruido externo. Ruido que en contraste con el silencio, no lo ha dejado pensar sobre sí mismo, sobre su existencia, sobre su vida. Hacía mucho tiempo que no veía en su rostro una sonrisa tan demarcada.
Ondine (2011),
Fotografía Camila Velandia / capitalgreen
En la obra de Manuela Reyes, se ve ese silencio y esa diaria pregunta sobre la vida. Es un silencio que le gana a todos los ruidos alrededor, y que molesta en el sentido de que hace que los esquemas cambien.

¿Por qué tengo que prender la t.v.? me pregunto en mi silencio, para responderme: “para sentirme acompañado”.
Planet Love (2011)
Fotografía Camila Velandia / capitalgreen
El silencio ha existido siempre, …, ¿cómo entenderlo? Esta pregunta me recuerda a John Cage que en un momento de su vida, por allá a mediados de los años 40’s, dio un giro radical a sus composiciones guiado de la mano del budismo zen. Cage diría: “El significado esencial del silencio es la pérdida de atención …. El silencio no es acústico. Es un cambio de mentalidad (…) El silencio es solamente el abandono de la intención de oír.”(1) Pero fue en agosto de 1952 en la ciudad Nueva York, que se hizo la premier de su obra más emblemática: 4’33’’. Un gran piano de cola es el único instrumento que hay en el escenario. El recinto está lleno de gente atento a la nueva creación de este músico “extraño” que ya ha irrumpido en controversiales presentaciones. Entra el intérprete, se sienta frente al piano y para dar inicio a la pieza, cierra la tapa del teclado. Durante 4 minutos t 33 segundos, el piano estuvo en silencio. El intérprete abre la tapa para marcar que la pieza ha terminado, se levanta de su butaca y se va. 
Mute, dibujo/partitura de John Cage, 1953
Fueron 4 minutos y 33 segundos de silencio en la sala. Un tiempo suficiente para empezar a ver en la distancia el ruido que nos ha estado acompañando y que lo asumimos como propio… como “natural”. Un tiempo apenas preciso para empezar a valorar todas las posibilidades del silencio y para empezar a vernos qué tan extraños hemos sido nosotros de nosotros mismos.

Pareciera que Manuela Reyes se preguntara de la misma manera que lo hace Cage : ¿Con qué objetivo hace uno arte? Un maestro hindú le diría a Cage: “El propósito de la música es acallar y serenar el espíritu, haciéndolo susceptible a las influencias divinas.”(2) De aquella famosa frase, nació la pieza musical 4’33’’, y aunque no fuese así, pareciera que de esa misma frase hubiese nacido esta exposición de Mandalas.

detalle de "Love is in the Air" (2011), fotografía Camila Velandia / capitalgreen
Aquel Sísifo Moderno entenderá que solamente dejará de ser un útil, un instrumento antinatural, en el momento en que él así lo decida. Llegará, ojalá, a ver la diferencia entre la NADA viendo televisión, con la NADA viéndose a sí mismo, o a descubrir que pagar por AMOR un sábado en la noche no es lo mismo que AMAR. Es factible que siga haciendo el mismo trabajo que ha hecho durante toda su vida, pero algo en él habrá cambiado. Reirá como así lo hizo el que describió Camus.

La obra de Manuela Reyes, hace que pensemos en todo esto que nos rodea y en todo esto que es lo que somos en el día a día.

(1) La filosofía Zen en el trabajo de John Cage como antecedente y generador de 4¨33”,  David Martín Jiménez, http://www.tuobra.unam.mx/publicadas/040627173505.html
(2) Lo que el silencio enseñó a John Cage: la historia de 433’’,  James Pritchett,  http://www.macba.cat/PDFs/jamespritchett_cage_cas.pdf