22 de enero de 2010

JUAN PABLO ECHEVERRI / Arqueología de un Diario?



Análisis de la obra: “Miss Fotojapón”
Proyecto individual presentado en el MAMBo
Abril de 2003

Se inaugura en la Sala de Proyectos del MAMBo una obra del joven artista Juan Pablo Echeverri. El título de la obra: Miss Fotojapón.

Se trata de 1116 fotos tamaño documento tomadas en la cadena de revelados y venta de equipos y materiales fotográficos: Fotojapón. La disposición del montaje hace que todas las fotografías se unan a la pared como si fuese un papel de colgadura. Cada distancia medida hay una fotografía que va entretejiendo el resultado final que consta de este número mencionado de fotografías dispuestas milimétricamente en el espacio… en las paredes del espacio o en las paredes que dado su tratamiento abren la posibilidad de entenderlo como espacio....en fin, se trata de un número nada despreciable del cual podemos sacar algunos puntos para analizar teniendo en cuenta igualmente la historia detrás de esta obra. Al final de la exposición habrá 1143 dado el número de días que dura la muestra, que son contabilizados por el artista al tratar de hacer de este espacio un espacio inacabado, una parte del todo, algo que continúa y que hasta el momento vemos un segmento de su realización diaria.

Esta cotidianidad milimétrica obsesiva de Juan Pablo Echeverri se traduce en la visita diaria al Fotojapón para tomarse una foto que registre ese día. Que lo registre a sí mismo como lo hace corrientemente una fotografía. Que mate en ese instante aquel tiempo fotografiado y se traduzca en una imagen que hoy día se nos muestra como un proceso. Extraña manera de ver en la fotografía un proceso… casi como un fotograma de una secuencia animada para cine.

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Veamos el inicio de este ejercicio gimnástico con la fotografía y su relación de poder con la imagen. En 1994 cuando todavía estaba en el colegio, Juan Pablo Echeverri inició un proceso de recolección de estas imágenes. Regularmente aunque no de manera sistemática se tomaba fotografías y las guardaba. Conservándolas en un estuche, un día, iniciando la Carrera de Artes Visuales en la Universidad Javeriana, tuvo un ejercicio de clase referido al catálogo personal de artista, donde se planteó la posibilidad de ver en su corta colección de fotografías un potencial de trabajo que lo motivó a hacerse fotografías en Fotojapón semanalmente. Más adelante en julio del 2000 decidió que el rigor y la periodicidad de este trabajo debía darse de manera diaria.

Hoy día vemos en esa repetición un afán por verse transformado en cada paso de su vida. Continuamente impulsado por la transformación vemos una interacción relevante en este aspecto sobre la repetición en la transformación.

Con el tiempo las cosas empezaron ponerse un poco complicadas para el artista puesto que esta actitud diaria generó una programación fuera de tono. Es decir, Juan Pablo Echeverri vio cómo la acción repetitiva se veía forzada por la previsión de sus acciones diarias y empezó a programar la ropa que utilizaría y las diferentes combinaciones con pelo cogido o sin coger, con corbatas con camisas con chaquetas hasta el punto de prever su ropa con un mes de antelación para tomarse la fotografía. La repetición puede resultar agobiante y para escapar tangencialmente de la misma, al menos en la forma de vestir, surgió la transformación forzada en la repetición. La salida de este asunto fue la adjudicación de la responsabilidad de la escogencia en sus amigos. Ellos decidirían qué se iba a poner para la foto del día.

Anteriormente he hablado sobre el diario y sobre la importancia del Diario como cercanía con la cotidianidad y con la muerte implícita que lleva consigo. La muerte es el fin del diario, y en la mayoría de los casos la muerte es sorpresa dentro del diario, quedando el mismo como obra inconclusa. Con esta obra, la pregunta sería… ¿cual es el final de todo este proceso sino es la misma muerte? Curiosamente Juan Pablo Echeverri acompaña esta obra con un diario personal en el que a pesar de que el diario no habla de la obra, si muestra la necesidad de tener la foto del día pegada. Así mismo la foto necesita del diario para existir. Esta mutua necesidad corrobora la obsesión del artista por convertirse en un arqueólogo de si mismo…. En hacer de su propia experiencia con su existencia una bitácora de pensamientos, de necesidades y de cotidianidades milimétricas tal cual como las vimos diseñadas en el montaje de la exposición en el MAMBo.

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