Análisis de la exposición: Bogotá “Voz en Off”
y de la obra "Borde de Pánico" de Miguel ängel Rojas
Curada por Carmen María Jaramillo
Galería Santa Fe – Planetario Distrital
Marzo de 2004
Una Bogotá de ventas múltiples, de repuestos, otra Bogotá de paredes desgarradas, aquella de más allá de contrastes y de preguntas sobre lo bello, otras de peligros y de zonas rosas, una más de noche, y porque no la Bogotá de placeres precoces o apurados, la Bogotá de esquinas gordas, la de locales vacíos, y la de paredes desgastadas. Todas estas ciudades en una sola es lo que es está presentando en este momento en la Galería Santa Fe en el Planetario Distrital. Una exposición donde se reúnen bajo la selección e investigación de Carmen María Jaramillo, fotografías y videos que muestran las varias facetas de esta ciudad. En ellas se encuentra una señal bastante particular a propósito de la exposición que se está presentando en el Museo Nacional: el retrato sigue siendo EL problema en el arte. Esta Bogotá que nos muestra la exposición no es otra cosa que un retrato muy certero sobre la ciudad que habitamos. Aquella ciudad que no necesita de presencia permanente de cuerpos y de rostros para saberla ciudad, para saberla llena de cruces, de conflictos, de memoria, de contrastes etc. Esta es nuestra ciudad y es a ella que nos entregamos en el día a día. Este retrato logra hablarnos de los espacios que frecuentamos y del detalle en cada uno de estos recorridos. La memoria se hace visible a tal punto que se puede pasar en un solo vistazo por todas aquellas ciudades que describo al principio de esta nota.
Me recuerda esta exposición a una obra de Boltanski titulada: “inventario de objetos que pertenecieron a una mujer de Bois Colombes” un barrio en París. Se trata, por supuesto de inventario de más de 900 objetos fotografiados y dispuestos uno detrás de otro en donde al final se logra establecer un retrato impecable de aquella persona que vivía en dicho apartamento. Estos objetos hablan de la cotidianidad de esta persona, de la ropa interior que usa, del gusto para vestir que tiene, del cepillo de dientes, de los medicamentos que toma, de todo aquello que le pertenecía hasta tal extremo que no es necesario tener ninguna fotografía de ella porque esto nos dice bastante más que una imagen de la persona. Esto nos introduce en una intimidad que asombra por su impecable rigurosidad en no dejar pasar detalle sobre esta mujer. Hoy vemos en el Planetario algo similar, en donde el conjunto de obras establece una mirada especial e íntima de esas múltiples Bogotás desnudadas por varios artistas, que en sus procesos propios de investigación se metieron en la tarea de capturar en su lente particularidades urbanas de esta ciudad.
“Apelo a todo lo imprevisto y al tumulto indiscernible de la vida, apelo a esas risas que detienen, aunque en el fondo nunca la detengan, la brusca llegada de un intruso.... Iba a hablar de mi impotencia – de ese deseo que me llenaba de angustia – y ahora ... ya no siento esa impotencia ... Aquí estoy, calmado, indiferente, ya no actúa la infantil simplicidad de la angustia, ya no estoy en la intemperie adonde me había arrojado la idea de todo el tiempo que todavía me separa del instante en que mi deseo se saciará.” Georges Bataille[1]
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Curada por Carmen María Jaramillo
Galería Santa Fe – Planetario Distrital
Marzo de 2004
Una Bogotá de ventas múltiples, de repuestos, otra Bogotá de paredes desgarradas, aquella de más allá de contrastes y de preguntas sobre lo bello, otras de peligros y de zonas rosas, una más de noche, y porque no la Bogotá de placeres precoces o apurados, la Bogotá de esquinas gordas, la de locales vacíos, y la de paredes desgastadas. Todas estas ciudades en una sola es lo que es está presentando en este momento en la Galería Santa Fe en el Planetario Distrital. Una exposición donde se reúnen bajo la selección e investigación de Carmen María Jaramillo, fotografías y videos que muestran las varias facetas de esta ciudad. En ellas se encuentra una señal bastante particular a propósito de la exposición que se está presentando en el Museo Nacional: el retrato sigue siendo EL problema en el arte. Esta Bogotá que nos muestra la exposición no es otra cosa que un retrato muy certero sobre la ciudad que habitamos. Aquella ciudad que no necesita de presencia permanente de cuerpos y de rostros para saberla ciudad, para saberla llena de cruces, de conflictos, de memoria, de contrastes etc. Esta es nuestra ciudad y es a ella que nos entregamos en el día a día. Este retrato logra hablarnos de los espacios que frecuentamos y del detalle en cada uno de estos recorridos. La memoria se hace visible a tal punto que se puede pasar en un solo vistazo por todas aquellas ciudades que describo al principio de esta nota.
Me recuerda esta exposición a una obra de Boltanski titulada: “inventario de objetos que pertenecieron a una mujer de Bois Colombes” un barrio en París. Se trata, por supuesto de inventario de más de 900 objetos fotografiados y dispuestos uno detrás de otro en donde al final se logra establecer un retrato impecable de aquella persona que vivía en dicho apartamento. Estos objetos hablan de la cotidianidad de esta persona, de la ropa interior que usa, del gusto para vestir que tiene, del cepillo de dientes, de los medicamentos que toma, de todo aquello que le pertenecía hasta tal extremo que no es necesario tener ninguna fotografía de ella porque esto nos dice bastante más que una imagen de la persona. Esto nos introduce en una intimidad que asombra por su impecable rigurosidad en no dejar pasar detalle sobre esta mujer. Hoy vemos en el Planetario algo similar, en donde el conjunto de obras establece una mirada especial e íntima de esas múltiples Bogotás desnudadas por varios artistas, que en sus procesos propios de investigación se metieron en la tarea de capturar en su lente particularidades urbanas de esta ciudad.
“Apelo a todo lo imprevisto y al tumulto indiscernible de la vida, apelo a esas risas que detienen, aunque en el fondo nunca la detengan, la brusca llegada de un intruso.... Iba a hablar de mi impotencia – de ese deseo que me llenaba de angustia – y ahora ... ya no siento esa impotencia ... Aquí estoy, calmado, indiferente, ya no actúa la infantil simplicidad de la angustia, ya no estoy en la intemperie adonde me había arrojado la idea de todo el tiempo que todavía me separa del instante en que mi deseo se saciará.” Georges Bataille[1]
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De todas estas Bogotás que he mencionado quisiera detenerme un momento en una: se trata de un video de 7 minutos de Miguel Ángel Rojas titulado: “Borde de Pánico”.
Una mano en primer plano vestida con un guante de cirugía, porta entre sus dedos un lápiz de mina blanca. Esta mano va dibujando, en el piso de la calle, una línea que demarca un recorrido entre los diferentes puntos y manchas de sangre que hay en este espacio público. Es un recorrido en el que se va entretejiendo una historia de cotidianidad pero al mismo tiempo de muerte. El sonido que acompaña estas imágenes es el de una ciudad concurrida, el de un espacio público lleno de movimiento y de polución.... el transporte vehicular se escucha durante toda la grabación. La mano sigue su recorrido, dejando un trazo entre huella y huella de una herida, ¿acaso mortal?, pero herida que deja un camino sin fin. Las baldosas, el cemento y los lugares por los que transita este lápiz son un retrato de nuestros suelos citadinos, es lo que pisamos todo el día, la basura, la mancha, el chicle, el hueco mínimo erosionado, roído por el sol y por la lluvia y por el transitar de la gente, la grieta.... cuantas grietas hay en los pisos de Bogotá? Cuántos chicles pegados?, cuantas manchas de aceite, de sangre o de moco? El registro del lápiz pasa por todos estos pisos llenos de memoria indiferente. El pie, como diría Bataille, está acostumbrado a transitar por esos lugares nauseabundos.... al fin de cuentas es el pie, el zapato, es aquella extremidad tan lejos de la cabeza que no importa.
Miguel Ángel Rojas, se acerca a estos lugares y los recorre con el lápiz demarcando algo desconocido, pero mientras lo hace, señala que este paseo dentro de su cotidianidad está lleno de peligros, de historias diarias, de luchas, de angustias y como su título lo dice, de pánico. El “Borde de Pánico” nos deja entrever que el pánico existe en alguna parte más allá del borde. ¿Acaso más abajo del borde? Es decir, más abajo de la línea blanca que se traza de manera casi quirúrgica? Aquel guante ascéptico que insinúa los “Bordes de Pánico”, sugiere a su vez, los trazos que se hacen en los levantamientos de cuerpos. En este video se percibe este acercamiento a la cotidianidad y a la muerte tan metafóricos y tan asombrosos que resulta desestabilizante.
En las imágenes que se presentan en el video, puede decirse que hay una mano que busca con una línea atrapar el recorrido realizado por alguien. Es un cuerpo que ha dejado una huella y esa huella es de sangre. Fluido vital, fluido que en vida recorre el cuerpo y que en herida pasa a ser vértigo gelatinoso antes de convertirse en costra.
La viscosidad de la sangre, la manera como se cuela por todas las hendiduras de una calzada llena de ciudad, es el mejor ejemplo de cómo se ha transformado el cuerpo hoy día. Es ese el límite del cuerpo: un rastro que se hace presente de la manera más vital y más viscosa sin perder su capacidad de significar, de trascender, de generar vértigo o embriaguez.
Se trata indudablemente de un desorden del cuerpo dibujándolo en su más baja pero trascendental[2] acepción: desde lo abyecto[3], desde el accidente que lo traspasa de lado a lado. Es un “Borde” que presenta límites de vida y de muerte por medio de un trazo de sangre viscosa que no es ni líquida ni sólida: tan sólo es una serie de gotas que no se pueden traducir en algo físicamente tangible. Aquellas gotas de sangre se convierten en puntos de unión a través de una línea que las cicatriza pero que no las devuelve a su función inicial. Quedan con un gran poder como signo pero perdiendo su utilidad que le confiere la calidad de signo. Es decir, queda inutilizada como sangre a pesar de ser sangre misma.
En “Borde de Pánico” de Miguel Angel Rojas encontramos un momento de catarsis donde confluyen todos los aspectos tratados en el presente ensayo. Allí vemos un cuerpo desordenado que no tiene forma definida ni tiene manera de hacerse visible. No es un cuerpo coherente, como señalé más arriba, tan solo es un cuerpo que responde a la forma como lo estamos asimilando después de tanta violencia y de tantas imágenes que recrean permanentemente esa violencia. Es un cuerpo que se vuelca hacia lo urbano, hacia la calle, hacia aquello que lo deja indiferente e indiscernible con su entorno. De hecho, resulta no solamente curioso sino impactante, que este cuerpo desordenado e informe, se haga poético y metafórico a través de la televisión. Aquel medio que se encarga de destacar diariamente una serie de imágenes conducentes a romper con la idea de un cuerpo sin condiciones, es el mismo medio que utiliza Miguel Angel Rojas para cuestionar sus límites. Esa es posiblemente la gran paradoja de lo bajo, de lo bello y del horror en nuestra búsqueda ansiosa por desarticular el cuerpo en el cotidiano como por entender dicho proceso dentro del arte.
Una mano en primer plano vestida con un guante de cirugía, porta entre sus dedos un lápiz de mina blanca. Esta mano va dibujando, en el piso de la calle, una línea que demarca un recorrido entre los diferentes puntos y manchas de sangre que hay en este espacio público. Es un recorrido en el que se va entretejiendo una historia de cotidianidad pero al mismo tiempo de muerte. El sonido que acompaña estas imágenes es el de una ciudad concurrida, el de un espacio público lleno de movimiento y de polución.... el transporte vehicular se escucha durante toda la grabación. La mano sigue su recorrido, dejando un trazo entre huella y huella de una herida, ¿acaso mortal?, pero herida que deja un camino sin fin. Las baldosas, el cemento y los lugares por los que transita este lápiz son un retrato de nuestros suelos citadinos, es lo que pisamos todo el día, la basura, la mancha, el chicle, el hueco mínimo erosionado, roído por el sol y por la lluvia y por el transitar de la gente, la grieta.... cuantas grietas hay en los pisos de Bogotá? Cuántos chicles pegados?, cuantas manchas de aceite, de sangre o de moco? El registro del lápiz pasa por todos estos pisos llenos de memoria indiferente. El pie, como diría Bataille, está acostumbrado a transitar por esos lugares nauseabundos.... al fin de cuentas es el pie, el zapato, es aquella extremidad tan lejos de la cabeza que no importa.
Miguel Ángel Rojas, se acerca a estos lugares y los recorre con el lápiz demarcando algo desconocido, pero mientras lo hace, señala que este paseo dentro de su cotidianidad está lleno de peligros, de historias diarias, de luchas, de angustias y como su título lo dice, de pánico. El “Borde de Pánico” nos deja entrever que el pánico existe en alguna parte más allá del borde. ¿Acaso más abajo del borde? Es decir, más abajo de la línea blanca que se traza de manera casi quirúrgica? Aquel guante ascéptico que insinúa los “Bordes de Pánico”, sugiere a su vez, los trazos que se hacen en los levantamientos de cuerpos. En este video se percibe este acercamiento a la cotidianidad y a la muerte tan metafóricos y tan asombrosos que resulta desestabilizante.
En las imágenes que se presentan en el video, puede decirse que hay una mano que busca con una línea atrapar el recorrido realizado por alguien. Es un cuerpo que ha dejado una huella y esa huella es de sangre. Fluido vital, fluido que en vida recorre el cuerpo y que en herida pasa a ser vértigo gelatinoso antes de convertirse en costra.
La viscosidad de la sangre, la manera como se cuela por todas las hendiduras de una calzada llena de ciudad, es el mejor ejemplo de cómo se ha transformado el cuerpo hoy día. Es ese el límite del cuerpo: un rastro que se hace presente de la manera más vital y más viscosa sin perder su capacidad de significar, de trascender, de generar vértigo o embriaguez.
Se trata indudablemente de un desorden del cuerpo dibujándolo en su más baja pero trascendental[2] acepción: desde lo abyecto[3], desde el accidente que lo traspasa de lado a lado. Es un “Borde” que presenta límites de vida y de muerte por medio de un trazo de sangre viscosa que no es ni líquida ni sólida: tan sólo es una serie de gotas que no se pueden traducir en algo físicamente tangible. Aquellas gotas de sangre se convierten en puntos de unión a través de una línea que las cicatriza pero que no las devuelve a su función inicial. Quedan con un gran poder como signo pero perdiendo su utilidad que le confiere la calidad de signo. Es decir, queda inutilizada como sangre a pesar de ser sangre misma.
En “Borde de Pánico” de Miguel Angel Rojas encontramos un momento de catarsis donde confluyen todos los aspectos tratados en el presente ensayo. Allí vemos un cuerpo desordenado que no tiene forma definida ni tiene manera de hacerse visible. No es un cuerpo coherente, como señalé más arriba, tan solo es un cuerpo que responde a la forma como lo estamos asimilando después de tanta violencia y de tantas imágenes que recrean permanentemente esa violencia. Es un cuerpo que se vuelca hacia lo urbano, hacia la calle, hacia aquello que lo deja indiferente e indiscernible con su entorno. De hecho, resulta no solamente curioso sino impactante, que este cuerpo desordenado e informe, se haga poético y metafórico a través de la televisión. Aquel medio que se encarga de destacar diariamente una serie de imágenes conducentes a romper con la idea de un cuerpo sin condiciones, es el mismo medio que utiliza Miguel Angel Rojas para cuestionar sus límites. Esa es posiblemente la gran paradoja de lo bajo, de lo bello y del horror en nuestra búsqueda ansiosa por desarticular el cuerpo en el cotidiano como por entender dicho proceso dentro del arte.
[1] Bataille, Georges. “Aforismos” en “La felicidad, el erotismo y la literatura (Ensayos 1944-1961)”, traducido del francés por Silvio Mattoni, Adriana Hidalgo Editora, Buenos Aires, 2001. p. 265.
[2] Cuando se habla de trascendental y bajo al mismo tiempo es teniendo siempre en cuenta el Bajo Materialismo de Georges Bataille. Este Bajo Materialismo se concibe como una manera de reversar el orden del mundo y de buscar en lo bajo un ser místico lleno de seducción, de deseo y de pulsiones que lo llevan a entenderse a sí mismo como ser que se inclina permanentemente hacia los instantes efímeros de soberanía.
[3] “... la concepción de lo abyecto elaborada por Kristeva converge curiosamenmte con el análisis sartreano de lo viscoso, de aquello que no es ni líquido ni sólido pero se mantiene entre los dos estados. La lenta resistencia a la fluidez del agua -- escribe Sartre-,...” Rosalind Krauss e Yves Alain Bois, « Le destin de l’informe » en “L’informe”, Editions du Centre Pompidou, Paris, 1996, pp. 225-226.
[2] Cuando se habla de trascendental y bajo al mismo tiempo es teniendo siempre en cuenta el Bajo Materialismo de Georges Bataille. Este Bajo Materialismo se concibe como una manera de reversar el orden del mundo y de buscar en lo bajo un ser místico lleno de seducción, de deseo y de pulsiones que lo llevan a entenderse a sí mismo como ser que se inclina permanentemente hacia los instantes efímeros de soberanía.
[3] “... la concepción de lo abyecto elaborada por Kristeva converge curiosamenmte con el análisis sartreano de lo viscoso, de aquello que no es ni líquido ni sólido pero se mantiene entre los dos estados. La lenta resistencia a la fluidez del agua -
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