19 de noviembre de 2010

MATEO LÓPEZ / “El Palacio de Papel” en la 29 Bienal de Sao Paulo

"El Palacio de Papel" / 29 Bienal de Sao Paulo (2010)
Desde hace unos meses hay un poliedro amarillo (210 am de alto y 320 cm de ancho) en el primer piso del pabellón de la Bienal de Sao Paulo en cuyo interior se encuentra una especie de taller de artista. Esta obra, que permanecerá allí hasta el final de la bienal (mediados de diciembre de este año), es del artista colombiano Mateo López. En su interior, en aquello que parece un taller de artista encontraremos toda suerte de utensilios que sirven normalmente para bocetar, para rayar, para sacar punta a los lápices, para medir, para calcar y para tener patrones de figuras. Igualmente hay una colección de libros sobre las utopías de la modernidad, libros sobre perspectivas y sobre asuntos que conciernen más al hombre que vive en función de definirse a sí mismo y a su entorno. Qué difícil definirse, diríamos hoy en día. Pero hubo momentos no muy lejanos en que aquello de la autodefinición era toda una necesidad para poderse entender dentro de un mundo inentendible. Pues bien, este es un resumen “grosero” del objeto que Mato López a dispuesto en este espacio luego de haber sido seleccionado por el equipo curatorial para ayudar a descifrar vertientes sobre el vínculo entre arte y política.

Pero todo ello tiene un principio que, según percibo, se funde cada tanto con el final. Hace unos años Mateo López dispuso un taller ambulante en su motocicleta, el cual llevó a diversas partes del país, elaborando, mientras viajaba en su moto, un diario de dibujos y de objetos creados y dibujados, hasta llegar a su lugar de destino, … lugar de exhibición (Cali, Medellín, Bogotá) si requería de una cámara fotográfica: la armaba con cartón y con papel y la dibujaba y la hacía servible!!!, si requería de una regla, armaba su propia regla que simulara a la regla original!!!, y si de pronto encontraba una imagen en el camino que sintiera como significativa para su proyecto, la copiaba con fina destreza y la incluía en su archivo de objetos que luego en la galería o en el Museo iría montando para formar con ellos un taller de artista. De hecho podría uno decir que el taller de artista para Mateo López, en un momento dado, no era lo que veíamos sino era una simulación del taller en el que incluía su moto. Es decir, lo que veríamos en el espacio de exposición era lo que había quedado de la experiencia de su viaje en motocicleta. Mateo López ha hecho de este recurso viajero en el cual se van construyendo cosas a partir de lo que va viendo o de lo que va encontrando para luego hacer de ellas una reflexión estética sobre la historia, sobre el viaje, sobre el azar o sobre lo “real”.

Una versión del proyecto, expuesta en la Galería Casas Reigner
fotografía de Oscar Monsalve
No es fácil decidir que la exposición que se va a montar en una ciudad determinada se va a realizar en el viaje en moto (proyecto “Diarios de Motocicleta”) desde Bogotá a Cali. Pero desde ese instante ya se está tejiendo una serie de ires y venires irónicos que ayudan a entender que la única manera de llegar en moto desde Bogotá a Cali para hacer una exposición de dibujo es pasando por La Línea. Así se hace y La Línea pasa de ser un lugar a ser un recurso genuino de acción. La moto hace una línea en su recorrido, Mateo López hace otra línea en sus cuadernos y lo que nos deja es esa experiencia del paso por todas estas líneas que entre ellas nos insertan en un mundo objetual que cuenta historias, que son vestigios y memorias de un recorrido simbólico.

Poco a poco nos vamos acercando al polígono amarillo de la Bienal. Pero, también, antes de llegar a él requerimos un poco de paciencia. Hubo muestras…., bastantes exposiciones aquí y allá. Todas nos enseñan un taller distinto pero el mismo taller, la misma búsqueda, la misma pregunta…., o acaso la misma inquietud pero cada vez más inquietante. Mateo López viaja a Sao Paulo invitado por Adriano Pedroza para conformar una exposición colectiva de proyectos de artistas extranjeros que utilizaran el mismo término antropofágico tan trabajado durante tanto tiempo por los artistas brasileros, pero en el sentido inverso. ¿Qué puedes tomar de Brasil para hacer con ello un planteamiento estético propio? Allí elaboró una propuesta sobre la estructura de una edificación en maqueta… a escala. Dicho soporte fue el, hoy medio-abandonado, Museo de Escultura de Sao Paulo: un lugar y una historia que le ayudó a Mateo López a entender diversas realidades utópicas de un Brasil sesentero, setentero, modernista, bauhausista, concretista. Muchos estudios acerca de la vida y la arquitectura, mucha tinta rodó y mucha edificación quedó. Pero también se encontró con una papelería de la época atendida por sus propios dueños de marras: bolígrafos de madera, cuadernos amarillentos, reglas viejas, olor a guardado y la magia del sitio que ha ido envejeciendo con sus propietarios, y que seguramente es gracias a ello que se ha mantenido como un lugar de poco tránsito pero de mucha recordación. Fue aquella papelería la que marcó el destino del siguiente proyecto que hoy en día estamos viendo en la Bienal. Mientras Mateo López hacía un proyecto en Sao Paulo, se encontró con este lugar que dio origen al siguiente proyecto.

Seguramente en este instante lo que más siento que se ajusta a ese Mateo López que ha ido dejando que el recorrido ayude a descifrar su siguiente trabajo es la pertinencia sobre la construcción de historia. Así nos lo dice cuando arguye que siente una cercanía de su proyecto con la novela “La noche del oráculo” de Paul Auster, en la que el autor escribe sobre un autor que intenta escribir una novela y que compra un cuaderno en una papelería y regresa a comprar toda la existencia de cuadernos, pero éstos ya están agotados y de allí se desprende el eje narrativo de la novela tanto para el autor (Paul Auster) como para el autor (protagonista de la novela). Para Mateo López la situación es similar en la narración sobre lugares, sobre objetos y sobre afinidades acerca del detalle inmanente de cada cosa. Decía entonces, que el proyecto de Mateo López es en resumen: un taller. El taller del artista. El origen de las cosas que el artista crea. Pero dicho origen se cierra en bucle no solamente por el hecho de que termine haciendo un taller. También sucede que aquello que sale de su taller de trabajo es un taller de trabajo. Mateo López crea talleres autosuficientes en donde se producen objetos de trabajo que sirven para trabajar…, y así sucesivamente van saliendo pequeñas variaciones sobre el motivo que lo convoca para hacer el taller. La modernidad basilera llena de utopías y de modelos impositivos, fue una determinante en este proyecto. Pero también emana de allí una búsqueda por el origen de las cosas. ¿De dónde sale el gafito del lápiz, de dónde la madera que lo envuelve, de dónde salen las cosas que se encuentran en su taller habitualmente? La papelería así se lo señaló desde el instante en que entró a ella, y ahora él nos devuelve la misma papelería, “El palacio de papel”, en este poliedro amarillo. Varias y la misma pregunta a la vez sobre “el origen” es en definitiva lo que hace que su presentación en la Bienal de Sao Paulo sea tan similar pero tan diversa a todas las anteriores presentaciones, que provoca detenerse a mirarla para detallar el trasfondo de lo que en apariencia se ve. Es posible que, entre tanta delicadeza y tanta finura nos encontremos con reflejos y con preguntas sobre “el origen” y sobre “la copia” que nos conmuevan y nos confundan a la vez.

Andrés Gaitán Tobar





5 de noviembre de 2010

EDGAR GUZMANRUIZ / o la multiplicidad del “yo” y la escala de lo “real”

EDGAR GUZMANRUIZ
Exposición Individual: Como les guste
LA galería / arte contemporáneo
Calle 77 No 12 – 03 Bogotá
Abierta hasta el 19 de Noviembre

Es común, al hablar de Shakespeare y del teatro isabelino, referirse a impulsos novedosos sobre la forma de hacer, de ver y de sentir el teatro. No es una casualidad, entonces, que se encuentre en algunas obras de Shakespeare un teatro dentro del teatro para resaltar verdades y para confundir las realidades que enmarcan tanto a los actores como a los espectadores. En este caso, sería preciso anotar un ejemplo en Hamlet:

Abordado el príncipe Hamlet por el fantasma de su padre que le narra la forma como fue asesinado por su ahora padrastro (Claudio), él decide preparar una obra teatral donde se haga un relato exacto sobre este asesinato. Hamlet se apoya en unos comediantes para dicho fin, convencido de que el teatro como tal, pondría en evidencia, a través del juego de roles, una verdad que él mismo busca esclarecer. Al hacer esto, Hamlet queda en el mismo lugar que ocupa el espectador haciéndolo cómplice de su treta para que entre todos vean tanto la obra que él mismo ha montado como la reacción de Claudio. Todo ello surte el efecto esperado y la obra termina en tragedia.
Aquellos instantes donde se teje el teatro dentro del teatro son interesantes en la medida en que se proponen diferentes realidades que surgen de los mismos personajes. No es solamente el hecho de escribir estas variantes lo que hace que resaltemos en este momento el teatro de Shakespeare, sino lo que implica en términos de concretar unas realidades que se van fundiendo con la vida misma. Es decir, Shakespeare sabe que está escribiendo una tragedia que será representada ante un público por unos actores. Unas personas de la “vida real” van a interpretar unos roles como actores de teatro que incluyen en su papel, la interpretación de unos hechos de la “vida real”. Un bucle hermoso de realidades e interpretaciones se teje en Hamlet, lo cual hace que lo inserte como preámbulo del comentario sobre “Como les guste” de Edgar Guzmanruiz. A sabiendas, por supuesto, que el título de la exposición es homónimo de una comedia del mismo Shakespeare, donde se vislumbra con humor asuntos similares a los que acabo de citar de Hamlet, aunque menos trágicos.

Al entrar a LA galería, lo único que se ve es la parte trasera de una estructura en cartón con sus bastidores en madera. Poco a poco se va dibujando un cuerpo arquitectónico inverso en el que solamente, durante todo el recorrido a la redonda, se ve dicha estructura. Es la sensación de no estar en el anverso de la obra, de estar fuera de ella a pesar de ya haber incursionado a la exposición. Una vez finalizado el recorrido que da contra las instalaciones administrativas de LA galería, vemos la “entrada” al espacio que nos acompañó de espaldas y vemos que la estructura está compuesta por paredes blancas. Hay un objeto en forma de canal que cuelga del techo y que casi alcanzamos a tocar con la cabeza, hay un cartón rojo plegado en forma de cortina, hay una toma de energía dibujada y una frase de la obra de Shakespeare que dice: “El mundo entero es un teatro, hombres y mujeres simples actores; con sus entradas y salidas, cada cual jugando en vida varios roles.” Frase célebre de Shakespeare tomada de su obra “Como les guste”.


No es sino entrar a esta parte de la instalación para ver que la cortina roja en cartón es una copia a escala de otra cortina roja “de verdad” que hay colgada, “teatralmente”, en la entrada a la galería. De allí veremos que todo este espacio “interior” es una copia escalada del interior de la galería. Que el canal que cuelga es un ducto del espacio, que aquello que bordeábamos por fuera en el reverso de este nuevo espacio interior, era viendo el detrás de la doble piel que empieza a insinuarse y que la obra en sí no es solamente una copia de la galería sino una mirada irónica y cortante sobre el mundo del arte. Es decir, lo que se ve no es otra cosa que la ausencia de “obra”. La galería está vacía a pesar de tener este gran montaje que la ocupa por completo. No hay “obra” en el sentido de que la galería lo único que contiene es la misma galería adentro… , así, sin nada más!!! Pero empieza a descifrarse algo, y es un algo que nos muestra a los espectadores como partícipes de esta doble galería teatralizada.


Mucho se ha escrito y estudiado acerca del cambio de los sentidos y de la percepción al entrar a un museo o a un espacio de exhibición de arte. Empezamos a suponer que allí hay otros sistemas de valores, de sentidos, de morales incluso de éticas que se dibujan. Por citar un par de ejemplos sencillos, el desnudo en la galería es más aceptado que el desnudo en la calle; o la muerte y los procesos escatológicos pasan a veces de largo sin problema, mientras que…, es una galería o un museo y allí entablamos otra comunicación con la imagen que nos permite deshacernos de un “yo” para entrar en otro “yo”. Podríamos decir que el “yo” antes de entrar a la galería es el “yo” verdadero dado que es el yo que está conectado con lo “real”, mientras que el otro “yo” que está en la galería es un “yo” que se permite conectar con una realidad metafórica…, ficcional? Pero si al entrar en la galería allí no hay nada, qué tanto cambia el “yo” real? Y si al ver que en la galería hay otra galería igual, pero en escala menor, ¿cuál es el “yo” que está en un lado o en el otro? Me atrevería a sugerir que la cita de Hamlet desestabiliza al espectador confrontándolo con las diversas realidades que en un momento pudiera uno estar transitando casi sin darse cuenta. Aquellos múltiples “yo” se chocan entre sí y se baten en una lucha frontal sobre la posición de lo “real” dejando una pregunta permanente sobre quien es quien cuando uno entra a un espacio de exhibición. Con sutileza arquitectónica, con precisión en el manejo de la escala, Guzmanruiz nos deja estas inquietudes y desaparece del escenario para dejarnos como espectadores, como simuladores de espectadores, como actores del mundo de las artes, o como quien? Por todo ello, bien vale la pena ir a visitar esta instalación y de paso asistir al conversatorio el 17 de noviembre a las 6:30 pm.


Andrés Gaitán Tobar