20 de febrero de 2010

ERIKA DIETTES / Pulcritud y Sordidez


Exposición “Río Abajo” de la artista Erika Diettes
Sala 1 del Museo de Arte
Universidad Nacional
Abierta hasta el 13 de marzo de 2010
Un agradecimiento muy especial a la artista Erika Diettes por el permiso concedido para la publicación de estas imágenes.

Está ubicada, en la Sala 1 del Museo de Arte de la Universidad Nacional, una serie de objetos verticales que pueden leerse como ataúdes o puertas de vidrio a través de los cuales se ven unas imágenes fotográficas de prendas personales inmersos en un agua cristalina…. aunque en movimiento. El título de la muestra “Río Abajo”, nos sumerge en un discurso acerca del significado de un río, de lo que el agua pueda connotar en una mirada rápida o de lo que, dentro de su movimiento, el Río como tal pueda arrastrar.

Vemos prendas de vestir y cada prenda pertenece a un ser querido que no ha regresado y que aún están la añoranza y la memoria viva de un posible reencuentro. Probablemente "el desaparecido" nunca llegará, pero esa falta de no conocer su “cuerpo muerto”, hace que no haya un duelo sino una espera eterna. La artista: Erika Diettes, viajó por diferentes zonas de violencia en el país y se entrevistó con los familiares de los dueños de estas prendas tratando de comprender el trasfondo que pueda haber entre el señalamiento del río y la persona desaparecida. No es que se trate de una sumatoria matemática, sino todo lo contrario, de una verdad a medias que se detiene en el tiempo y que con sólo mirar el río, los recuerdos regresan ambivalentes, llenos de pérdida, de ausencia, de añoranza o de rabia. Cuando no hay cuerpo… ¿qué hay? ¿A quién le hago un duelo, si a nadie he visto muerto?

Hay prendas de vestir y hay agua, y en ellas se lavan, como exorcizando, el mal que acompaña el recuerdo. En su decisión de sumergir las prendas en el agua y de fotografiarlas, se siente una suerte de ritual que no deja de parecerme a aquel en el que algunos religiosos inician su vida espiritual: el sacramento del bautismo. Un ritual en el que se limpia el pecado original y un momento en el que se sacan todas las impurezas satánicas. Es en el bautismo cristiano donde vemos el agua como fuente de limpieza, de renacimiento, y es allí donde quisiera detenerme para ver en los dolientes y en le gesto de Diettes una necesidad de retorno y de limpieza de ese cuerpo ausente. Se destaca en el libro[1] que acompaña la muestra los textos escritos por Ricardo Arcos Palma y por Miguel González, dentro de los cuales se describe el río en nuestra Colombia violenta como un lugar móvil que tiene connotaciones ambivalentes de vida y de muerte. Ya no sabemos o reconocemos un río por sus connotaciones vitales sino que también lo empezamos a entender como un medio eficaz para desdibujar una huella, para limpiar una culpa, para no dejar rastro de un cuerpo y convertir ese sujeto en una "nada" que poco a poco se va evaporando y por ende, invisibilizando. Es cierto, como lo dice Miguel González[2], que este gesto de guardar las prendas se constituyen en una manera de guardar y preservar una memoria de un cuerpo cada vez más ausente, pero también es cierto que al sumergir estas prendas en el agua esté contemplando la posibilidad de ver dichas prendas tomar una forma que me recuerden situaciones macabras de purificación y de muerte.
Pero detengámonos un instante en una imagen que revierte cierta particularidad sobre las demás; es decir, hay siempre prendas prestadas a la artista tales como sacos, chaquetas, pantalones y camisetas en su gran mayoría….. y hay, además de todas ellas, un par de anteojos. He dicho que las imágenes son del tamaño de un ataúd o de una puerta o de una persona promedio. Pero al detallarlas podemos añadir que las imágenes fotográficas están encerradas entre dos cristales y que, por ende, se pueden ver por ambos lados. El espectador recorre el lugar donde se encuentran ordenados estos dispositivos sórdidos aunque bellamente capturados por la lente del artista, y en un momento dado vuelve su mirada hacia atrás y la imagen que acaba de ver y que ha dejado atrás, devuelve su mirada al espectador. Me gusta esta sensación de retorno visual y de delante y detrás visibles, en la medida en que estos objetos ocultan, dentro de su visibilidad, un cuerpo. Si a lo anterior revisamos que hay un par de anteojos los que se pueden ver y los que nos persiguen con su mirada por delante y por detrás, el problema metafórico del ritual y de la desaparición del cuerpo se hace más inquietante con aquel problema fenomenológico de percepción visual. Los anteojos nos sirven para ver algo que no se ve, y al mismo tiempo son la analogía de una continua búsqueda de un desaparecido que no ve. Políticamente, aunque a lo mejor no sea un interés particular de la artista señalarlo, podremos ver en estas imágenes y en particular en los anteojos, cómo la transparencia de las investigaciones, aún siguen ocultando la esencia de las mismas. Dichas imágenes se ven impecables, pero no solamente quiero destacar lo macabro en ellas sino la sordidez legal que se contraponen a la aparente pulcritud.

Esta exposición se ha realizado en diversos lugares fuera y dentro del país, pero fundamentalmente en Casas de Cultura y Salones Comunales de pequeños pueblos del Oriente Antioqueño. Sea esta una manera de la artista Diettes de retribuir el gesto de confianza que la gente de dichos lugares le han depositado al entregarle y al narrarle sus prendas e historias respectivamente, de sus seres queridos desaparecidos hace x meses, años, décadas -…. Es con ello que vemos en esta exposición un ritual que no culmina sino que permanece en continuo movimiento como lo hacen día tras día nuestros ríos.

Andrés Gaitán Tobar

[1] Río Abajo - Erika Diettes, Catálogo de exposición Curada por Carlos Alberto González, Publicado por Universidad Nacional de Colombia, Cámara de Comercio de Bogotá y Museo Art Deco, 2010.
[2] Ibid., p. 3.

9 de febrero de 2010

FAZAL SHEIKH / La sonrisa del viejo

Análisis de la exposición de Fazal Sheikh
Casa de Moneda, Manzana Cultural
Banco de la República
febrero de 2010

Agradecimientos especiales al artista Fazal Sheikh por el premiso para la publicación de estas imágenes.


No es sino entrar a la exposición de Fazal Sheikh en la Casa de Moneda del Banco de la República (abierta hasta el 28 de marzo) para sentir que aquellas imágenes documentales tomadas con su cámara fotográfica en diferentes países donde la violencia es un término cotidiano, no están tan lejos de lo que aquí se vive en Colombia. Mujeres maltratadas (léase: incineradas, decapitadas, mutiladas, etc) por sus maridos porque, guardando la poca dignidad que les queda, se niegan a cumplir con una tarea impuesta por ellos. Niños abandonados, o vendidos al mejor postor. Campos atestados de muchachos que quedaron huérfanos de una guerra que todavía no han logrado asimilar, o acaso de un conflicto que no han podido entender. ¿Qué tanto se puede asimilar y neutralizar un acto violento? ¿Qué tanto se puede entender la barbarie? Las diferentes series de fotografías en blanco y negro de Fazal Sheikh ahondan en el drama que se vive en lugares donde la sonrisa dejó de existir desde hace mucho tiempo.

La cámara se concentra en unos primeros planos de niños y en su disparo, registra un mutismo desesperante. Quedan enfocados los ojos y el resto del rostro va desapareciendo en la medida en que nada más pareciera interesarle a Sheikh. Los cabellos sueltos y arremolinados, el cuello y lo que se alcanza a descubrir de sus ropas, el lugar donde fueron fotografiados, nada de esto queda plenamente enfocado… solamente sus ojos. Y estos ojos ven al fotógrafo. Nada de sonrisas para el fotógrafo. Solamente mutismo.
Debe dar tristeza verse reflejado en lo único que realmente resulta visible de la imagen. Debe dar angustia saberse parte de un espejo que ya no quiere sonreir a la cámara y que su tragedia, en cambio, resulta siendo parte de la mía… de la del fotógrafo y de la mía como espectador. No es una mirada que recrimine ni que juzgue, sino tan sólo una mirada perdida que obliga a escudriñar un pasado ausente de afectos y un presente lleno de presente inmóvil.

Y así vamos recorriendo toda la muestra donde hay historias interminables de diversos contactos con el dolor, y a medida que avanzamos vamos quedando exhaustos de sabernos tan humanos como aquellos que han sido registrados por Sheikh, pero tan extraños a ellos mismos dado que nuestra mirada se refleja en la de ellos sin lograr penetrar el frío que emanan esos espejos.

Finalmente llegamos a enfrentarnos a una imagen cuyo pie de foto dice: “DOTIZHI TENFAR, consejero mozambiqueño, con el líder de la sección Abiri Bande”. Dicha imagen nos muestra al líder del grupo sentado y mirando de frente a la cámara, mientras el viejo Ditizhi Tenfar está de pie sonriendo. Al fondo veremos a un grupo de refugiados que deja adivinar su condición actual. Es un grupo que no hace nada, que espera algo que ellos mismos saben que es factible que nunca llegará: la recuperación de sus tierras y de sus familiares cercanos. A pesar de todo ello, Tenfar sonríe. Ha llegado a la vejez, habrá visto y habrá vivido tanto que lo único que le resta para regalar en esta imagen es una sonrisa que lo hace sabio y que lo hace fuerte frente a la ausencia de sonrisas en toda la exposición. Dice Bataille que “la risa supone la ausencia de una verdadera angustia y, sin embargo, no tiene otro origen que la angustia”(1). Tenfar nos ha regalado en esta imagen capturada por Sheikh algo que uno como espectador necesita: encontrar lo humana que es su propia angustia y lo bello que puede ser dejarla ver al borde de las lágrimas y en medio de la incertidumbre. En esta imagen podríamos eventualmente llegar al punto intermedio entre la risa y las lágrimas…. Una sonrisa del viejo que evoca una alegría angustiante que solamente se puede registrar por un fotógrafo como Sheikh y en un lugar desterrado de la vida.

Andrés Gaitán Tobar


Fazal Sheikh nació en Nueva York en 1965. Hijo de padre paquistaní, resolvió un día acercarse a sus raíces en la frontera con Afganistán para registrar esa realidad que hizo que él naciera en otro lugar del mundo. Desde entonces ha viajado por países y regiones de todo el mundo donde suceden casos similares, tales como: India, Bosnia, Brasil, Somalia y Kenia, entre otros.


(1) BATAILLE, GEORGES. El Aleluya y otros textos, Alianza Editorial S.A., Madrid, 1988. p. 33.