Exposición titulada "Leviathán" en el marco de proyectos artísticos Monumenta en el Grand Palais en París. La exposición se abrió el 11 de mayo y se cierra el jueves 23 de junio de 2011.
Antes de entrar al espacio del Grand Palais, es preciso decir que se trata de una construcción en hierro y vidrio que data de 1897 y que, en la parte que ahora está destinada para la Monumenta, tiene 13.500 metros cuadrados y una altura de más de 30 metros. Monumenta es, en pocas palabras, una exposición de un proyecto individual de un artista de talla internacional, a quien se le entrega este espacio para que conciba una obra que se adapte al lugar, que juegue con el lugar, o que lo controvierta. Es algo muy parecido a lo que desde hace algunos años se destina la Turbine Hall en la Nueva Galería Tate en Londres, lugar al cual fue invitada la artista colombiana Doris Salcedo y al cual un par de años antes fue invitado el artista que nos compete hoy : Anish Kapoor.
Marsyas - proyecto realizado en el Turbine Hall de la Nueva Tate Gallery en Londres (2002) |
Recordemos que en los últimos años, Anish Kapoor ha hecho obras de gran envergadura utilizando en algunos casos espacios públicos con estructuras tanto en acero inoxidable hiper-pulido (que hace de espejo perfecto) o con unas telas sintéticas casi todas ella de color rojo. Fue así como se dio a conocer el megaproyecto en la Tate, por allá en el año 2002, titulado Marsyas. Una suerte de trompas de Falopio de un tamaño que desbordaba y sobrepasaba la escala humana. Dicha cavidad casi que uterina atrapaba al indefenso espectador que podía casi que circular dentro de ella y verse en el origen…, desde adentro. Marsyas es un fauno mitológico que tocaba la flauta como nadie más podía tocar un instrumento musical. Pero ha sido Apolo quien baja del reino de los dioses y viendo que Marsyas tenía gran éxito entre las mujeres con su flauta lo reta a quien toque mejor su instrumento musical. Marsyas toca la flauta y Apolo la lira, y ambos empatan sucesivamente hasta que Apolo lo reta al que toque mejor el instrumento al revés, y allí Marsyas, mostrando grandes ínfulas de excelente músico aceptó sin darse cuenta que la flauta no suena al revés mientras que la lira sí…, y perdió el reto del dios Apolo y fue condenado a ser desollado vivo…, es decir : verse de adentro hacia afuera, verse al revés. Dicha obra es en sí una construcción cuyo tamaño, color y forma nos lleva hacia aquellos lugares que quisiéramos conocer pero no nos atrevemos. De alguna manera, siguiendo sus reflexiones sobre el espejo, Marsyas viene siendo ese aquello tan íntimo que encontramos más allá del espejo.
Pues bien, esta obra que expone en el Grand Palais en París, no es bella, ni su color tiene aquel bello que podía uno encontrar en Marsyas : un color rojo carmesí oscuro. Se trata de una especie de melanoma que le sale al interior de la Galería, formando 3 bolas gigantescas siempre del mismo color brillante que pareciera que se fueran a explotar. Son tres esferas casi perfectas que sobrepasan a los cientos de espectadores que visitan el lugar pero que se ajustan al cuerpo del Grand Palais. Pareciera incluso, como sucede con estos extraños cuerpos malignos que crecen dentro de uno, que las esferas están a punto de tocar los bordes del Grand Palais y que en algún momento estallarán. Su oscuridad, su brillantez, su manera como se inserta en el espacio hace que la veamos como un cuerpo extraño al lugar que se insertó bruscamente.
No es para nada algo que haga juego con el espacio o que se pueda entender como un algo previsible, sino es más bien un algo que choca como una enfermedad dentro del espacio ajustándose a su corporalidad pero yendo en contravía con su estética. Es esto precisamente lo que quería destacar dentro de este cuerpo extraño que se acopla al lugar poseyéndolo, o acaso deformándolo. Y lo extraño de todo esto, es que su forma al borde de la explosión solamente está enquistada a la entrada de la gran galería, el resto, es cuerpo aparentemente suelto. No hay cuerdas que lo amarren, no hay nada que lo esté inflando como los grandes globos, saltarines y muñecos que vemos en los parques, está ahí quieto en su inmensidad esperando su extirpación o posiblemente, cuestionando una enfermedad cultural que va creciendo lenta e invisiblemente hasta llegar a alcanzar dichas proporciones.
Y el espectador puede entrar a este engendro que ha surgido en este espacio !!! en la parte donde está enquistada esta estructura hay una entrada de puertas giratorias que lo llevan a uno a un mundo interior de una oscuridad iluminada por la luz que alcanza a pasar por la piel que desde afuera se ve casi negra brillante. La poca translucidez que se traduce de esta piel deja entrever cómo fue que crecieron armónicamente esas tres esferas y cómo están conectadas a aquel espacio central…., y el monstruo maligno que se veía afuera se convierte en un ambiente cálido, acogedor y extrañamente « perfecto » por dentro. Son miles de nervaduras hechas de las costuras de una tela con otra hacen de este engendro infernal todo un órgano humano.
De pronto demasiado humano, demasiado bello para ser tan malo, o demasiado humano por ser tan bello y a su vez tan peligroso. Estas extrañezas nos hacen pensar nuevamente en la enfermedad, en el melanoma y en cómo un cuerpo extraño puede crecer en nosotros, en nuestra propia cultura, en nuestras sociedades y qué perfecciones debe alcanzar dicho cuerpo para adaptarse al sistema sin dejar de corroerlo. No hay sistemas sociales perfectos y a cada cual le toca inventarse el remedio para lograr convivir con estos engendros tan bellamente estructurados, tan perfectos como puede llegar a ser una bomba atómica. Cada pieza está en su lugar, su tamaño se acopla al sistema sin problema y su magnitud es tan insospechadamente grande que resulta inquietante. A pesar de ello, allí está conviviendo con todos los cientos de espectadores que lo visitan, que se dejan sorprender por sus formas y que se dejan maravillar por su interior tan vacío y tan uterino y tan mortal al mismo tiempo.