LA Galería - Arte Contemporáneo
Calle 77 No 12 - 03
15 de septiembre añ 15 de octubre de 2011
Lo primero con lo que nos encontramos es con un gran miriñaque, o estructura metálica que usaban las mujeres en épocas pretéritas para “embombar” sus faldas que llegaban hasta el piso. Este miriñaque es de escalas mayores, lo que se traduce en que uno realmente puede ingresar por debajo y encajonarse en ese aire extraño que solamente puede producir el hecho de estar en una zona prohibida, tabú, o acaso íntima. Mirando hacia arriba, dentro de esta zona turbulenta, vemos un video de un cielo que gira y que de vueltas y que marea un poco... Y surge una sonrisa...
Siguiendo por la Sala encontraremos un brasier tamaño natural y cuyo encaje esta hecho en vidrio. Se suspende el brasier de la pared con una cintas delicadas que hacen que el objeto por sí solo no pueda casi sostenerse. Es decir, dicho objeto puede, en cualquier momento, caerse por su propio peso y desmoronarse en el piso. Muestra en sí mismo la sutil delicadeza, el peligro constante al que está sometido y el señalamiento permanente de que se trata de un objeto que invita a contener la respiración.
Y finalmente, en una salita contigua apenas iluminada por un encaje hecho de luz de neón, se nos advierte que es prudente no acercarse mucho dado que podemos quedar electrocutados. La luz anaranjada/roja e incandescente tiene ese zumbido característico de las luces de neón de cualquier sitio comercial que busca llamar la atención, que busca hacerse visible ante la ocasional pero potencial clientela que pase por el lado. Es un encaje de luz de neón que ilumina cálida y peligrosamente esa sala.
Claro, hay más detalles en el recorrido que se logra dibujar en este espacio de LA Galería /Arte Contemporáneo, y todos ellos ayudan a señalar aspectos sobre “el deseo” y “el erotismo” que viene trabajando la artista Adriana Marmorek desde hace unos cuantos años. Esta exposición “Punto Básico: Doble Nudo” es una apuesta que se centra en el encaje al que la artista define como “un aviso o una advertencia”. Dice Marmorek: “el encaje señala lo que esconde detrás de él”. Es así, como el encaje deviene signo. Sus connotaciones son directas y ejercen una fuerza incontenible con respecto al deseo. El encaje entra en el proceso de seducción donde se conjugan todas las reglas del juego de la economía: mostrar/ocultar, entregar/recibir, gastar/guardar. Y de todas ellas: el gasto es el que me gustaría entrar a descifrar.
Miriñaque |
Aquel enorme miriñaque es un lugar de juego y de vértigo que hace alusión al nombre que se le daba antiguamente a este dispositivo: Guardainfante. Un guardainfante que escondía niños y que les permitía jugar debajo de la falda de su madre o de otra persona. Un lugar de juego extraño que esconde el sexo y las piernas femeninas que en épocas medievales eran prohibidas al ojo de los hombres. No sobra señalar que adicional y bajo la misma cadena de sucesos, el guardainfante se convirtió en un traje que escondía embarazos indeseados, juegos prohibidos y situaciones incómodas relacionadas siempre con el sexo, que dieron motivo para que, en un ataque de celos, el rey Felipe IV (1639) ordenara prohibirlo. No distarían mucho estas razones de aquella escena en la que el Rey de la película de Woody Allen “Todo lo que quiso saber de sexo y nunca se atrevió a preguntar” ( enlace http://www.youtube.com/watch?v=Omj-4maiiS4 ), se encuentra debajo de las faldas de su amada esposa. No tratándose de un miriñaque en un principio, el vestido toma esta forma cuando el Bufón termina escondiéndose bajo él, seguramente convulsionando de deseo y dejándose llevar por la pasión que aquel cielo se le presentaba ante su mirada.
Y en la penumbra, en otra sala, más íntima, unas luces de neón incandescente, con las que se dibuja un “encaje de muerte”. Tocar aquel encaje significa la muerte, quedar físicamente electrocutado. Meter los dedos entre este tejido es saber que se tocarán dos cosas al mismo tiempo: la gloria y la muerte. El encaje señala pero las luces de neón también hacen lo propio: son luces que si las relacionamos con el contenido de esta exhibición, no es errado entrar en el mundo “prohibido” de las whiskerías, de los bares nocturnos, del striptease. Son aquellas luces brillantes, bellas y peligrosas que anuncian cada noche una invitación y un reto a traspasar la frontera… a meter la mano en lo “prohibido”. Es difícil descifrar si en Marmorek el deseo nace del tabú o si por el contrario es el deseo que por sí mismo se consolidó como tabú. Sin embargo, lo que sí es cierto es que el tabú ayuda a alimentar las “arcas” de lo sexual. El tabú conjuntamente con el deseo, propician la enorme cantidad de relaciones con las que hacemos referencia a lo prohibido. De allí nacen los afrodisíacos, y de allí se desprende una bella cita de Bergson (1) en la que nos advierte que en el mundo occidental, entregado al consumo masivo, todo en él es afrodisíaco. Es decir, el sexo entró con fuerza, a competir en lo económico desde todo punto de vista.
Este juego embriagador que nos propone en diversas piezas Marmorek, nos asegura que en su producción todavía hay elementos de poder en el complejo lenguaje del sexo.
(1) Tomado del libro “L’image corps” de Paul Ardenne, capítulo Corpus Eroticus, Éditions du Regard, Paris, 2001, p. 259.